sábado, 13 de septiembre de 2014

Conversaciones con el espejo

-Gilipollas.

+¿Perdón?

-Sí, tú; gilipollas.

+¿Pero qué coño dices?

-Lo que veo, simplemente. ¿Tú no lo ves?

+¿Por qué habría de verlo?

-¿Por qué me contestas siempre con una pregunta?

+Está bien...digamos en parte podría sentirme como dices...Pero si dices que lo ves, también reconocerás que no es uno de mis mejores momentos.

-Bah, momentos...la propia definición te dice que son rápidos y pasajeros. Mientras hablamos acaban de pasar cientos de momentos, así que déjate de gilipolleces, gilipollas.

+Lo que no entiendo es ese tono con el que te diriges a mí, tan insultante.

-¿Acaso tú no te insultas? Día a día, y no lo niegues. Te insultas por dentro, no te quieres, te haces daño.

+Pero eso ya está cambiand...

-¡No! Te sigues mintiendo, ¿ves? Crees que me mientes a mí pero te mientes a ti mismo. Deja ya de recrearte de una puta vez; deja atrás el agua estancada y entra en algún río donde el agua se renueve constantemente con la corriente. El agua estancada apesta, tiene bacterias, hace que te pudras, y como eches raíces en ese entorno...amigo...estás jodido. A ver cuándo te da por ser tú mismo.

+¿Qué pasa, que no soy yo mismo?

-Sí, pero todavía pesan en ti mucho las opiniones externas. Y no me saques ahora ningún rollo cultural de esos con los que sueles saltar de que "vivimos en sociedad y nos hacemos de opiniones".

+A mí no me importa lo que los demás piensen de mí.

-¿Ah, no? ¡Gilipollas!

+Ya está bien, ¿no? Me estás haciendo sentir mal.

-¿Ves? Dices que no te importa, y es tu propio reflejo el que te lo está diciendo. Te queda mucho camino por andar, "mai frend".