martes, 24 de junio de 2014

¿Y tú qué haces contigo?

Era una mañana cualquiera, de un día común, sin nada especial que celebrar. Suena el teléfono que estaba en silencio; dejan un mensaje en el buzón de voz:

-Seguramente no te acuerdes de mí, o no te quieras acordar. He estado durante mucho tiempo en un pozo, y recuerdo que yo también te metí en uno, por ello no espero respuesta. Sólo quería decirte que me ahogo.

Tras varios minutos pensando...decide llamar a ese número desconocido:

+Buenos días. He visto que me ha dejado un mensaje, pero no logro recordar nada de lo que me habla.

-Quizás sea un mecanismo de defensa de tu mente que decidió evitarme. Pero durante un tiempo fuiste mi antídoto. Yo había estado en una especie de droga, y tú me estabilizaste. No se cómo, pero recuerdo que cada dosis tuya me recomponía por dentro. Pero como todo ex-toxicómano, siempre hay tentación de volver a probarla, y caí, vomitando sobre ti mi bilis mental.

+Aunque te parezca extraño, tendrás que especificar más. Es una historia muy similar a otras que ya he vivido.

-Seguramente con esto me recuerdes: yo era un ángel caído cuyas alas se mancharon de alquitrán. Caí desde el purgatorio, pero en vez de bajar a la tierra me quise asomar al volcán; quería subir a lo más alto...y acabé en ese cráter pegajoso y oscuro. Rodé montaña abajo, tú pasabas por allí y me prestaste tus alas.

+Vale...ya te recuerdo. Pues te daba por muerta, si te soy sincero.

-¿Y quién te dice que no lo esté? ¿No conoces la muerte en vida?

+Uy, he escuchado muchas veces eso. Mira, la vida tiene altibajos. Todo el mundo la compara con una montaña rusa, pero yo voy a utilizar términos más actuales: la vida es como la bolsa; puede ser la bolsa de plástico donde vas recogiendo un montón de cosas, y cuando se llena vas sustituyendo unas por otras, y si te olvidas de alguna que está a punto de pudrirse, puede contagiar las demás. Pero no me refiero a esa bolsa, sino a la de inversiones. En la vida tú vas invirtiendo en distintos temas con la expectativa de subir en todos, pero tiene riesgos: el corredor te puede engañar, la demanda de tu producto puede descender, o incluso puede que estés invirtiendo en algo que va inflando una burbuja que explota y entras en crisis. Normalmente de una crisis no se sale en dos días, ni en dos meses, pero si sabes dónde reinvertir lo poco que te queda, te puedes estabilizar.

-¿Ves? Siempre tienes palabras de aliento. Quizás ha sido eso...que mi burbuja ha explotado...me ha explotado en la cara, y no sé dónde invertir lo poco que me queda. De hecho, ni sé lo que me queda. Pero he recurrido a ti porque recuerdo tu don para estabilizar. Cuando me hablaban de ti, era difícil de creer: "¿una persona que te estabiliza? Como si esto fuese la UCI.". Que por cierto, ¿a qué te dedicas ahora?

+Soy médico.

-¿Médico? Imposible, tampoco hace tanto tiempo como para que te haya dado lugar a ello.

+Me has dicho que estabilizo a la gente, ¿no? Pues llámame médico...o regulador, como más gustes.

-Oye, y cuando te desestabilizas...¿tú qué haces contigo?

Silencio...



martes, 10 de junio de 2014

Valdesola del Olvido VI

Cambio de vía. Los cambios siempre fueron buenos, pero después de tanto haciendo el mismo trayecto, cuesta adaptarse a lo nuevo. Además, cuando se cambia de vía, las ruedas del tren sufren un vaivén repentino que a veces puede hacerlo descarrilar. Lo que más me molesta es no saber el destino, o si he vuelto a montar en un tren circular que me llevará a las mismas estaciones.

Se acabaron las montañas nevadas y el follaje de las laderas. Entramos en una zona desértica. ¿A quién se le ocurre construir una vía por aquí? El mundo está loco, definitivamente. Llevo desde invierno sin comer como es debido; sólo tengo el agua que el rocío de la mañana deposita en los cristales y recojo en una botella, pero por lo menos el vagón no es tan incómodo como otras veces.

Quién sabe, a lo mejor debajo de este desierto hay escondido un vergel de abundancia, pero se me olvidaron las gafas como para poder mirar con precisión. A veces estoy harto de transitar, pero no sé si me da más miedo que el tren pare y tarde en ponerse en marcha.

A lo lejos se ve el horizonte, pero por más que el tren avanza, nunca llegamos a él.