domingo, 6 de diciembre de 2015

"Póngame un menú para dos"

Uno de los días llegué al vagón restaurante y pedí un menú para dos. Llevaba tanto tiempo pidiendo un menú para uno que a la camarera se le iluminó la mirada. De repente, mientras esperaba mi comida, entré en una especie de trance; entré en la cabeza de la camarera, me colé en sus pensamientos:

"Con la de tiempo que lleva este muchacho montado en este tren... ¿quién se habrá subido como para pedir el menú doble? Seguro que es una chica tímida, de esas vestida con pantalón vaquero y sudadera ancha. Quizás tenga gafas y lleve una carpeta llena de papeles con apuntes, escritos, pensamientos, o un libro de los grandes clásicos. Seguramente lleve el pelo suelto, liso, con olor a recién lavado. Sus manos serán pequeñas y suaves, sus ojos grandes y oscuros, y vaya sonriendo sola por la calle.

Parece que los esté viendo. Seguro que se montó en la última parada y se sentó al otro lado del pasillo, y en un descuido, al móvil del chico se le salió el conector del auricular, se oyó fuerte la música que escuchaba, y la muchacha pensó: 'no me lo puedo creer... también le gusta'. La chica pasaría a su lado y se le caería la carpeta, y algunas de sus tantas pegatinas llamarían la atención de él. Ese sería el comienzo de una conversación en la que sus coincidencias irían en aumento.

Qué lindos... Me los imagino cruzando la mirada y agachando la cabeza por la falta de confianza del principio. Seguramente más adelante sean de los que vayan por la calle cogidos de la mano, con los dedos entrelazados, dándose golpecitos con las caderas y mirándose con ojos pícaros. Los fines de semana irán de viaje, turnándose entre destinos culturales y pueblecitos perdidos. Serán de los que nunca reserven, sino que cojan camino y donde acabe el día, ahí se hospedarán; irán a la aventura.

Qué me alegro por él. Aunque por otra parte... es posible que se baje de este tren y le pierda la pista. Pero bueno, mientras sea feliz... ¿qué me importa a mi dónde lo sea?"

A los cinco minutos estaba listo mi pedido. Lo recogí, pagué, y cuando estaba saliendo del vagón restaurante oí a la camarera que me decía sonriente: "¡que lo disfrutéis!". Qué linda... seguramente habrá pensado que hoy cenaría con alguien. Lo que no sabe es que mi mesa lleva tiempo vacía y el menú me lo comeré yo solo. Hoy lo pido doble para celebrar... bueno, ya se me ocurrirá qué celebrar. Ahora seguramente se preocupe cuando vuelva a pedir el individual.

A lo mejor algún día comparta menú. Pero esta noche me atiborraré y me dormiré con el vaivén del vagón pensando que alguien comparte mi cama. Parece que este tren tarda en llegar a su destino, aunque la tinta del billete se borró con el paso del tiempo y sigo sin saber a dónde se dirige.