martes, 30 de junio de 2015

Yo m'enamorí d'un ayre

¿Sabes eso de que cuando sueñas, las personas que aparecen en tus sueños y aparentemente no conoces, no son inventadas por tu mente? Puede ser gente que incluso te hayas cruzado sólo una vez en tu vida, de paso, de refilón, pero tu subconsciente las ha guardado en algún rincón.

Y así me enamoré de ella. Habíamos estado en un aula de algún instituto/facultad en la que yo era profesor o ponente. Nos sentamos en corro y nuestras miradas se cruzaron varias veces. Había otra chica que me hacía gestos descarados; muy maquillada y resultona, pero no me fijaba en ella, sino en la otra, más sencilla, algo tímida y con miedo a preguntar aunque con aparente inquietud.

Era de noche, y paseábamos en grupo por unas callejuelas estilo judería. Podría ser Córdoba, Toledo, Sevilla... pero no reconocía aquellas calles. Los demás iban delante y nosotros más despacio, el uno junto al otro, rozándonos las manos al andar como sin querer pero queriendo. Llegó un momento en que nos quedamos solos. Me miró, la miré, y antes de que pudiese bajar la cabeza de vergüenza, la besé. Me abrazó y suspiró como de alivio. 

Recuerdo su cara, recuerdo su cuerpo, e incluso cómo iba vestida... pero no encaja con nadie que recuerde haber conocido. Quizás alguna vez me la crucé en alguna parte, nos miramos, y nos guardamos en la cabeza. Quizás, quién sabe, ella también ha soñado conmigo y se ha quedado con la misma sensación, con esa seguridad de que no sería una persona de transición, de que nuestras vidas hubiesen encajado como un puzzle.

Pero el sueño tiró por otros derroteros. Algo hizo que tuviese que marchar pero me quedé con su número de teléfono. Cuando estaba escribiéndole un mensaje para expresarle de nuevo lo maravilloso de aquél momento, desperté. Y todavía me invade una sensación amarga, porque sé que era ella la destinada, la elegida, la otra naranja entera que me complementaba.

Es amargo enamorarse en un sueño...es como enamorarse de un aire.