martes, 15 de febrero de 2011

El amor amante

El amor no es un sentimiento. El amor es, en nuestra vida, más grande, más profundo y más radical que nuestros sentimientos. Ya sé que a algunos os puede resultar extraña esta afirmación.

Es verdad que el amor de pareja llega a nuestras vidas con un fuerte sentimiento de atracción; y cuando sabemos que nos ama quien amamos, vivimos una de plenitud que no podemos explicar. El amor hacia los hijos, igualmente, viene acompañado con fuertes sentimientos de entrega, de protección, de apertura al futuro. También en la amistad se viven sentimientos muy gratificantes.

Pero el amor de pareja, a los hijos o con los amigos se profundiza, aquilata y muestra su verdad cuando los sentimientos dejan de ser lo más importante. Cuando la relación pasa por circunstancias difíciles en las que los sentimientos parecen diluirse y no tienen fuerza para seguir movilizando la voluntad, es cuando, si seguimos amando y entregándonos, mostramos la verdadera dimensión de nuestro amor. 

Si del amor depende nuestra vida, nuestro amor no puede depender de sentimientos. Ni el tiempo, ni los problemas, ni siquiera las ofensas pueden acabar con el amor en el que somos personas. Quizás tendremos que amar de otra manera; amar a quien nos defraudó, sintiéndonos defraudado; amar a quien nos hizo daño, sintiéndonos dañados; amar a quien se ha vuelto débil y necesitado, aunque sea duro y difícil.

¿Que por qué? Porque también nosotros hemos defraudado, hemos hecho daño y hemos sido débiles y necesitados; y nos han seguido amando. 

J. J. Castellón

jueves, 10 de febrero de 2011

Color transparente-abismo

Continúo con una historia que escribí a principios de 2008. Releyéndola, pensé en cambiar expresiones por otras "más maduras", pero creo que cada época tiene su encanto, y modificarla, también sería descafeinarla:

Cuando desperté me encontré en aquel extraño lugar. Nunca había estado allí. Miré hacía arriba y el cielo tenía un tono cobrizo, con una atmósfera compuesta de polvo y fuego. Intenté moverme pero estaba encadenado, aunque no estaba solo: a mi izquierda había alguien en mi misma situación, pero no respondía.

-         ¡Oye, oye, despierta!- Grité zamarreándola.

La chica se despertó y empezó a toser. Aquel aire (si se podía llamar aire) quemaba al inhalarlo. Sus ojos permanecían cerrados, como si dos postillas le impidieran abrirlos. No sabíamos el tiempo que llevábamos allí, pero por lo menos teníamos el consuelo de no estar solos; la compañía mutua. Caminamos durante meses por aquél tugurio; ella apoyada en mí, yo haciendo de lazarillo.

Fue creciendo entre nosotros un cariño especial; entre caricias y susurros pasábamos el tiempo. Al fin y al cabo, de alguna manera habíamos hecho que nuestra prisión humeante se convirtiese en un paraíso terrenal. El ambiente olía distinto, la comida sabía distinta…todo sabía distinto desde que saltó aquella chispa; todo sabía distinto desde que nos amábamos.

Llegamos al lado de un acantilado, pero sin ningún mar. Las únicas aguas que habían cerca emanaban de cráteres hirvientes, de donde bebíamos y escasamente nos aseábamos. Comíamos frutos pasados, hortalizas picadas, legumbres podridas, y dormíamos en heno sucio…pero todo sabía distinto desde que nos amábamos.

Cierto día, las postillas de los ojos de la chica cayeron, y por fin pude divisarlos. Eran de un color que nunca había visto…eran de color transparente-abismo. Cuando me vio, se arrinconó en un hueco y, al acercarme, me arañó y salió huyendo. Por más que corrí tras ella, no la alcancé. ¿Qué había ocurrido? Si todo era distinto desde que nos amábamos…

Volví  hundido a la cueva y, al pasar por el cráter de agua hirviente, me asomé. Mi rostro estaba quemado, y mis ojos se tornaron rojo sangre. En ese momento me di cuenta de que todo había sido un engaño, y caí a tierra.

Cuando desperté sentí un fuerte dolor en el pecho. Había sido empujado de nuevo a este mundo, desnudo y llorando por el dolor que causaba el oxígeno en mis pulmones; cual niño recién nacido. Corté de mi vientre el cordón de la esperanza y, a fuerza de caídas, aprendí a caminar. Caminé solo por mucho tiempo…y llegué a la conclusión de que aquél no era mi mundo…porque pertenezco a Ninguna Parte, en la región de la Soledad, a la izquierda…

sábado, 5 de febrero de 2011

Viajeros al tren

Valdesola del Olvido es una historia que escribí hace unos años. Pocos escritos me identifican tanto como ese; por ello decidí bautizar este blog que hoy estreno con ese nombre. Este rincón nace de la "bifurcación" de mi otro blog (Desatando ataduras) donde hace años me dedico más bien a crítica social. Aquí me centraré más en literatura de corte Existencialista, Surrealista y algo Decadentista.

Así pues, tengan sus billetes preparados porque comienza el viaje hacia ninguna estación. Os dejo con la primera historia:

Era una tarde de cielo oscuro. El viento levantaba la tierra de un descampado tras de mi y lanzaba gemidos susurrantes; algunos parecían que, con gestos de dolor, gritaban mi nombre. 

Yo, un chico que rozaba la delgadez extrema, ataviado con ropa de invierno, me encontraba en aquella solitaria estación de ferrocarril. Las vías de acero traían historias colgadas en la cola de cada tren, historias vivas que se secaban entre trozos de piedra al no ser atendidas por ningún oído. De pronto, una diminuta gota de agua se posó en mi mano, y tras ella, un millón se desplomaban a la vez como pájaros enjaulados clamando libertad. Me abroché el último trecho de la cremallera y me resguardé en el pequeño porche de la estación, aguardando el tren que se retrasaba.

Saqué mi mp3, y la primera canción hablaba de soledad y lamento. A los pocos minutos, entre la capa de lluvia, se divisaba el ojo del tren, como un sol de esperanza naciendo de entre las nubes del fracaso. Me subí en el vagón trasero donde apenas había tres personas, cada una en una punta, mirando desatendidamente por la ventana. El tren comenzó a avanzar y, entre el zarandeo, mi música triste y el paisaje que divisaba, comencé a soñar despierto. En vez de ver pasar objetos, árboles, personas, casas, agua…por la ventana, veía una sucesión de capítulos de mi vida. Divisé a mi abuela haciendo café en su cocina, encendiendo la copa de cisco en un día de frío, y sus miradas y gestos que me dedicaba a cada segundo; y a mi abuelo, en otro fogón, hirviendo hierbas medicinales para su estómago mientras, con un guijarro, afilaba su navaja para cortar filamentos de paloduz. 

También recordé aquellas navidades en que, en el almacén de la carpintería de mi tío, los mayores cantaban alrededor de una estufa y los pequeños jugábamos “a las casitas” en los montones de madera. Un zarandeo más fuerte hizo que me diese un golpecito en la cabeza con el cristal, y volví al mundo real. Vi que ya no había cafetera ni paloduz, y que esos niños juguetones habíamos crecido y tirado cada uno por su parte.

Sonaba una canción que hablaba de atrapar los sueños, y de nuevo comencé a soñar…aquella vez que, con 14 años, me dieron el primer beso; aquella vez en que, por primera vez, miraba a alguien a los ojos sin intenciones de jugar a juegos de niños; aquel amor adolescente que adoleció por mucho tiempo…

¿Y el tren? Cuántas alegrías me había traído el tren. Esa sensación de montarme y saber que, en la otra estación, me esperaría un abrazo y un beso con tonos artísticos y moriscos; miradas al reloj contando los segundos por llegar y agarrar esa mano fantasiosa que me llevaría por esa Córdoba con embrujo…O ese nerviosismo esperando en la estación para ser yo el que diese el beso y el abrazo con aromas de azahar…

Mi tren paró y bajé todavía soñando…pero al llegar a la estación, vi que nadie me esperaba. Esta vez no habría beso…no habría abrazo. No llegué a ninguna parte, sólo me quedé a mitad del camino. Seguramente me equivoqué de tren, así que me dispuse a sentarme en un banco color ocre, esperando que alguien me acogiese entre sus brazos…o que me indicase qué billete debía comprar. Volví la cara hacia el cartel que indicaba dónde me encontraba, y entre agujeros y enredaderas secas pude leer: Valdesola del Olvido. Y allí me quedé esperando…esperando…esperando…