martes, 15 de febrero de 2011

El amor amante

El amor no es un sentimiento. El amor es, en nuestra vida, más grande, más profundo y más radical que nuestros sentimientos. Ya sé que a algunos os puede resultar extraña esta afirmación.

Es verdad que el amor de pareja llega a nuestras vidas con un fuerte sentimiento de atracción; y cuando sabemos que nos ama quien amamos, vivimos una de plenitud que no podemos explicar. El amor hacia los hijos, igualmente, viene acompañado con fuertes sentimientos de entrega, de protección, de apertura al futuro. También en la amistad se viven sentimientos muy gratificantes.

Pero el amor de pareja, a los hijos o con los amigos se profundiza, aquilata y muestra su verdad cuando los sentimientos dejan de ser lo más importante. Cuando la relación pasa por circunstancias difíciles en las que los sentimientos parecen diluirse y no tienen fuerza para seguir movilizando la voluntad, es cuando, si seguimos amando y entregándonos, mostramos la verdadera dimensión de nuestro amor. 

Si del amor depende nuestra vida, nuestro amor no puede depender de sentimientos. Ni el tiempo, ni los problemas, ni siquiera las ofensas pueden acabar con el amor en el que somos personas. Quizás tendremos que amar de otra manera; amar a quien nos defraudó, sintiéndonos defraudado; amar a quien nos hizo daño, sintiéndonos dañados; amar a quien se ha vuelto débil y necesitado, aunque sea duro y difícil.

¿Que por qué? Porque también nosotros hemos defraudado, hemos hecho daño y hemos sido débiles y necesitados; y nos han seguido amando. 

J. J. Castellón

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