Esta noche, sin razón aparente, cuando nada me hacía recordar, he recordado. Hacía ya mucho que no recordaba aquél tiempo, como siempre, precedido de un viaje en tren. El tren de nuevo, el dichoso tren.
He recordado nuestra "infancia", nuestros primeros momentos, aquella casualidad, más que color de rosa, color naranja. Recuerdo aquél día entre el barullo, lío de papeles, maletas, desconocidos que se iban a conocer. Yo parecía un ejecutivo con mi carpeta repleta de papeles intentando mediar con la administración, y tú apareciste como otra más. Pero no eras otra más, eras tú; eras la presencia de la casualidad hecha carne, el silbido de un pájaro que se podía palpar.
He recordado besos tímidos, besos robados, besos buscados y besos plenos. Caricias disimuladas, caricias descaradas y descaro sin caricias. Perfección. Una cama hecha y otra deshecha. Son flashes que me han venido sin tener que venir, sin estar pensando. Se suponía que ya te habías ido del todo, que ya no quedaba presencia tuya salvo en el mundo de los sueños, en una esquina del subconsciente, y vas y aparecer en plena vigilia.
No son olores, no son fotos, no son objetos... son momentos, acciones u omisiones que me hacen recordar escenas de las que vivimos en nuestro principio. Una habitación no usada, un colchón en el suelo, unas vistas desde lo alto de un castillo, y un adiós en el andén.
La vida está llena de decisiones que, dependiendo de la que tomes, ocurrirá una cosa u otra en tu futuro. Pasa como el tren: no es lo mismo el sur que el norte, ni que el noreste. Las vías terminan siempre, pero se puede volver atrás y tomar otro desvío. Aunque a veces hay peligro de descarrilamiento, y también de que el andén esté vacío, y desees haber descarrilado.
Yo creo recordar que tomé el tren correcto, aunque no sé si fue correcto el día y la hora. No recuerdo por qué tomé aquella decisión, pero claro está, determinó en parte mi actual presente, y mi futuro. El quid de la cuestión es que no sé por qué recuerdo precisamente hoy, precisamente a estas horas, y precisamente estas escenas. No pongo en pie cuál habrá sido el detonante o el estímulo, pero aquí estoy: nocturno, somnoliento, insomne y escribiendo. Quizás sea un sueño y lo que escribo se borrará con la primera luz del día.
Mejor me acuesto y que iaw sha'a Alláh (لو شاء الله).
Y a las estrellas pobres,
las que no tienen luz,
¡qué dolor, que dolor, que pena!,
están abandonadas
sobre un azul borroso.
¡Que dolor, qué dolor, qué pena!
No puedes contemplarte
en el mar
en el mar
Tus miradas se tronchan
como tallos de luz.
Noche de la tierra