martes, 12 de junio de 2012

No juegues con él


Era pequeño y no sabía con lo que jugaba. Le habían advertido pero mientras más se prohíbe, más morbo da. –No juegues con él, es por tu bien- Le repetían una y mil veces…pero Santi no se daba por vencido. Quería experimentar nuevas sensaciones, quería sentirse vivo…y tenía al sujeto indicado para ello.

Un día inesperado, cuando parecía que una especie de vínculo los unía, éste puso una zancadilla a Santi, y cayó a un pozo cercano. En el fondo sólo había lodo, y sus pies quedaron hundidos. Como estaba en un lugar apartado, nadie lo oía, y empezó lo que sería su suplicio. Allí abajo hacía frío, había un ambiente húmedo que calaba los huesos y hacía que el aire fuese casi irrespirable. Sus pies comenzaron a cubrirse de raíces y se fue amoldando al pozo; aquél era su destino. La vida no era fácil en aquellas condiciones: estaba solo, a oscuras, con un inmenso dolor en su cuerpo y en su alma…

Al cabo del tiempo, quien lo traicionó volvió a por él. Venía con una actitud tierna y sensible. Le tendió su mano y tiró. Los pies de Santi se liberaron de las raíces; sus pulmones volvieron a respirar aire limpio y sus ojos experimentaron el resplandor del sol. Todo había terminado; sus años de dolor se tornaban en una recompensa de bienes. Decidió dar otra oportunidad, aunque de nuevo llegaron las advertencias –No juegues con él, es por tu bien, en serio- Pero después de tanto tiempo metido en vinagre, ¿quién rechaza un terrón de azúcar?

Ésta vez todo era como más mágico; sentía como si flotase, como si viviese en una nube. No podía creer que aquello le estuviese sucediendo. Pero poco a poco fue sintiendo un mal presentimiento; todo era demasiado bonito como para acabar bien…y no estaba equivocado. Poco tiempo después volvieron a los alrededores del pozo con la excusa de taparlo y así no causaría más daños; además, como estaba prácticamente seco, no tenía ninguna utilidad. Santi se asomó por el aro y un escalofrío  le corrió por todo el espinazo. Sintió cómo una mano se posaba en su espalda y lo empujaba. Quedó agarrado al aro del pozo con las manos, mientras su traidor, que lo miraba con ojos de lujuria, le golpeaba los dedos para que se soltase.

Todo estaba perdido de nuevo; sus ojos se oscurecieron, sus pies enraizaron y su aliento se volvió tibio.
 – ¡Con qué facilidad se nos va todo a la mierda!- pensó.

Un día de invierno, una tormenta acechaba los campos colindantes al pozo. Tronaba, y el estruendo chocaba en las paredes junto a los destellos de los relámpagos. Comenzaron a caer pequeñas gotas de agua, hasta que se convirtió en un verdadero aguacero. El pozo comenzó a llenarse de agua, y Santi pensó: - Si se inunda, subiré con el agua y podré salir-. Pero no…recordó que sus pies estaban hundidos en el lodo y las raíces lo tenían sujeto. El nivel del agua iba ya por la cintura, y su agonía aumentaba cada minuto. Chillaba, se movía espasmódicamente intentando liberarse, y sobre todo lloraba. No había remedio; decidió rendirse y dejarlo todo en manos de un dios, si es que había. El agua le cubrió por completo, y sus pulmones se encharcaron. La sangre se le licuó y su corazón se paró…Comenzaron a aparecer burbujas…hasta que todo acabó.

Cuando descubrieron el cuerpo, observaron que en la mano derecha tenía una herida en forma de corazón roto. Lo llevaron a enterrar; su tumba cayó en el olvido y se cubrió de hiedra. En el epitafio podía leerse con dificultad: “No juguéis con él, os lo digo por vuestro bien; os acecha buscando a quien devorar…”
Un 1 de noviembre, una persona curiosa se acercó a la lápida raída y casi tapada. Retiró la hiedra y vio que el epitafio seguía diciendo: “…Si llama vuestra puerta, temedle. Echad el cerrojo y tapad las rendijas…Responde al nombre de Amor”.

sábado, 2 de junio de 2012

Ya no te espero


"Ya no te espero, ya estoy regresando solo, de los tiempos venideros, ya he besado cada plomo con que mato y con que muero; ya se cuándo, quién y cómo."
Silvio Rodríguez

Hace tiempo que quiero escribirte, recuerdo olvidado. ¿Recuerdas cómo me conociste? Claro que no, yo tampoco. Hay noches que me vuelvo en la cama donde una vez estuviste sin recordar por qué, y espero encontrarte para rodearte con mi brazo, pero ya no se cómo eres; ya no recuerdo cómo era tu figura para abarcarte. Mis manos buscan tu espalda para acariciarla, pero el tacto de tu piel hace ya mucho que las yemas de mis dedos lo olvidaron.

Hay veces que, en la oscuridad, busco el color de tus ojos; espero sentir tu respiración en mi cuello, o tu cabello suelto enmarañándose entre mis manos. ¿Cómo eran tus ojos? ¿Eran  profundos? No lo sé, nunca se llegaron a clavar en mí; nunca me dieron ese mordisco que tanto ansiaba.

¿Y tu sonrisa? ¿Alguna vez reías? No recuerdo esas veces que agachabas la mirada, con rosez en las mejillas, y sonreías. No, mi memoria no guarda esos dientes que tú considerabas imperfectos.

Aunque de verdad, lo que no recuerdo, es tu voz. No puedo rememorar tu voz en mi oído cuando nos abrazamos y me hablabas de "lo increíble" del momento. De hecho, ni recuerdo ese momento en que lo que parecía no existir para ti, se hizo realidad.

No, no puedo recordarte. Por alguna razón mi mente te ha bloqueado; mi psique activó un mecanismo de defensa contra ti. Aunque en sueños, te siento conmigo, guardando silencio para no quebrantar la privacidad; apretando mi espalda con tus manos y transportándote a esa realidad donde todos queremos permanecer.

No, recuerdo olvidado, ya no eres real, ni estoy seguro de que lo fueses...o no estoy seguro de querer que lo hubieses sido.